Sin duda. Un marco regulatorio estable y predecible es el principal instrumento valedor de los cambios que precisa nuestra sociedad. No debemos olvidar que una parte importante de las transformaciones que tenemos que afrontar para hacer el futuro más eléctrico exige notables inversiones.Hablamos de la incorporación masiva de nuevas renovables, pero también de la necesidad de digitalizar la red eléctrica para hacerla más inteligente y que,de esta forma, sean los consumidores los que a través de sus decisiones de consumo e inversión posibiliten y aceleren la transición energética.
Sin un marco normativo que permita a las empresas anticipar estas necesidades de inversión con la claridad suficiente, se ponen inmediatamente en peligro los objetivos fijados.
Como comentaba anteriormente, las redes de distribución eléctrica están llamadas a jugar un papel esencial en la transición energética. Las redes, y especialmente las de baja tensión que son las que están mayoritariamente conectadas a los consumidores y que incorporarán una parte importante de las tecnologías renovables de generación, actúan como un facilitador neutral dentro del sector eléctrico.
Esto significa que las redes son el elemento que permite el intercambio de energía entre productores y consumidores y, sin ellas, cada consumidor se vería obligado a producir su propia electricidad, lo que resultaría ineficiente, tanto para los ciudadanos como para la sociedad.
Sin embargo, a partir de ahora la complejidad del sistema eléctrico va a aumentar notablemente porque los consumidores no sólo pueden consumir,sino que tienen derecho a generar electricidad para su propio consumo,almacenamiento o venta. Todo ello, en un entorno mucho más descentralizado a consecuencia de la aparición de la movilidad eléctrica (y las posibilidades de almacenamiento de sus millones de baterías), la generación distribuida o el autoconsumo.
Por tanto, estamos asistiendo a un cambio de paradigma en el funcionamiento del sector eléctrico.
Para poder acoger este nuevo escenario eléctrico, es necesario realizar cuantiosas inversiones. El Plan Nacional Integral de Energía y Clima (PNIEC) así lo reconoce, como también lo hace la Unión Europea en sus previsiones. Por lo que, en estos momentos en los que se está debatiendo el marco regulatorio para la actividad de distribución durante los próximos seis años, asegurar un marco inversor adecuado, con una retribución razonable, es un elemento esencial para poder realizar los objetivos ya fijados en la transición energética a 2030.
La propuesta de circular del regulador, la CNMC, sobre retribución de la distribución es una pieza clave para fijar unas condiciones adecuadas que favorezcan un entorno inversor adecuado en los próximos seis años en aspectos clave como, por ejemplo, la digitalización de la red.
Por otra parte, y fruto del compromiso de aelec con la prevención de riesgos, este año tiene lugar el V Congreso Nacional de Prevención, Seguridad y Salud en el Trabajo, co-organizado con ADEMI, AGA y SEDIGAS. A pesar de ser sectores con gran peligrosidad, ¿van reduciéndose los índices de siniestralidad?
Anualmente, la Asociación elabora un informe en el que se recoge, de forma homogénea, la información sobre la accidentabilidad de los trabajadores de sus empresas miembros. Para ello utiliza los modelos publicados por el Ministerio de Trabajo para la declaración de accidentes de forma electrónica. En particular, la siniestralidad laboral se mide a través de los siguientes índices: Índice de Incidencia -número de accidentes con baja por cada mil trabajadores-, Índice de Frecuencia -número de accidentes con baja por cada millón de horas trabajadas- e Índice de Gravedad -número de jornadas perdidas por accidentes con baja, por cada mil horas trabajadas-.
Centrándonos en la pregunta relativa a la evolución de la siniestralidad, con carácter general, puede decirse que la siniestralidad del sector eléctrico ha descendido notablemente en la última década, descenso que se aprecia particularmente respecto de las empresas miembros de aelec y respecto al personal propio de las compañías.
Si tomamos en consideración las cifras de 2011, y las comparamos con las del ejercicio de 2018, el número de accidentes laborales con baja se ha reducido considerablemente; de 162 a 54, de los cuales sólo 3 han sido accidentes eléctricos. En cuanto a las jornadas perdidas, en 2011 fueron 8.024 mientras que en 2018 se redujeron a 3.754. Estas cifras han supuesto un descenso importante de los valores que determinan la siniestralidad laboral: el Índice de Incidencia ha descendido de 4,72% en 2011 a 2,09% en 2018, el de Frecuencia ha pasado de 2,92% en 2011 a 1,18% en 2018 y, finalmente, el Índice de Gravedad se ha reducido de un 0,14% en 2011 a 0,08% en 2018.
Todo ello demuestra el importante esfuerzo que desde las empresas de aelec se está realizando en esta materia.